jueves, 16 de febrero de 2012

Hoy no quería escribir, el día no acompaña, o sí, quizás la oscuridad de la noche me haga recordar tiempos pasados que entrecrucen de nuevo sentimientos dispares explosionando sin reparo en corazones blancos.

Miré de nuevo al cielo, como cada noche, mil estrellas coronan de gloria un manto oscuro, aunque la reina se reserva para días mejores. Hoy no siento su esplendor, no puedo verla. Sentidos abruptos ante la entereza del firmamento, cúmulo necesario, desasosiego temprano. Me falta ella. Es el alma complaciente de rubor al mirarla, enternece los espinos mas afines, acompaña de forma pausada el riego, comporta música celeste, su esplendor es abrumador. 



Sólo siento cuando la miro...
[...] imagino sus dedos largos entrecruzando mi piel, acariciando cada esquina, sonrojando mi tez, mientras pisamos granos de arena, en el horizonte el cielo reclama nuestro amor, envidia nuestros labios que son capaces de besar, nuestras manos que acarician frágilmente, nuestros pies que caminan entre millones de cristales. Sí, a pesar de su hermosura es incapaz de amar como nosotros amamos. 

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