Ofelia. John Everett Millais. 1852 En crespa tempestad del oro undoso En crespa tempestad del oro undoso nada golfos de luz ardiente y pura mi corazón, sediento de hermosura, si el cabello deslazas generoso. Leandro en mar de fuego proceloso su amor ostenta, su vivir apura; Ícaro en senda de oro mal segura arde sus alas por morir glorioso. Con pretensión de fénix encendidas sus esperanzas, que difuntas lloro, intenta que su muerte engendre vidas. Avaro y rico, y pobre en el tesoro, el castigo y la hambre imita a Midas, Tántalo en fugitiva fuente de oro. Francisco de Quevedo Preguntábase con osadía la razón de esperanza que albergaba en hueca apariencia, sembraba grácilmente gotas de rocío ensangrentadas, que destilando arremetían contra fauces de hierro, ¡que insolencia! [...] |
Si amar fuere tangible, el tiempo durará, el mar congelase tenues pensamientos que apenas posaran en sin fin de sonrisas apacibles, y tu fueras más que un sueño, sería feliz.
viernes, 10 de febrero de 2012
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